VERSUS
UN PROYECTO COLECTIVO EN BUSCA DE OTRAS PSICOLOGIAS, investigando teorías y
practicas desde la multiplicidad.
La idea de este texto es mostrar como, en
un proceso colectivo que partía del desencanto que nos producía la pobre y
aburrida enseñanza universitaria de la psicología dominante, hemos esbozado,
construido problemas,
problematizaciones entorno a lo que nos interesaba, a las cuestiones que
realmente son esenciales para el quehacer psicológico y social que nosotras
queremos llevar a cabo. Se nos hacía necesario, por tanto, construir un texto
herramienta que (n)os sirviese para empezar a pensar la psicología de otra
manera [1].
Las cuestiones que iremos desarrollando en este texto, para la psicología
dominante, no sólo no son puestas en cuestión y asumidas, sino que no son
abordables desde el marco en el que son pensadas.
En un primer momento nuestras
investigaciones han tomado curiosamente al conjunto de las prácticas psicológicas
actuales como objeto de estudio y no como mero instrumento a refinar, es decir,
antes de llevar a cabo ninguna práctica hemos
reflexionado sobre cuál es la función social de las disciplinas psi [2]
y cuáles son los fundamentos teóricos de las corrientes de las que intentamos
librarnos cotidianamente y de aquellas que nos pueden ser útiles.
Por tanto pretendemos con esto una “mezcla” de los cuestionamientos
teóricos y epistemológicos de la psicología crítica y de los políticos y éticos
de la psicología radical, y no un refinamiento de las técnicas o de los métodos
dados por psicología institucional.
Tanto socialmente como en el ámbito científico
los problemas se presentan ya hechos, centrándonos exclusivamente en la
esclavitud de resolver las soluciones dictadas.
Esto obvia que la resolución de un problema
depende de la construcción del mismo, “la verdadera libertad reside en
el poder de decisión de la constitución de los problemas mismos” [3].
Queremos mostraros brevemente algunas significaciones comunes, conceptos que
hemos elaborado o agenciado en nuestras investigaciones para pensar “nuevos
problemas” y esperamos que para
poder ayudar a resolverlos.
Rompiendo
el marco-problema.
Vamos
a intentar hacer un mapa, una cartografía de las diferentes formas de hacer política
que tienen las disciplinas psi. Primero, la psicología que facilita en su función
social la extracción de la plusvalía
económica de los aparatos capitalistas y las tecnologías de control más
sutiles del nuevo ejercicio del poder.
Sobre la
psicología en los sistemas de producción.
Para
poder analizar el papel de la psicología en los sistemas de producción vamos a
ver cómo el psicólogo irrumpe en los aparatos productivos y cómo va
cambiando su función a la vez que van surgiendo otras nuevas exigidas
por las mutaciones de dichos aparatos productivos.
El
sistema de producción fordista se caracterizaba fundamentalmente por la
producción en serie, propia de las cadenas de montaje, que, mediante el
acoplamiento hombre-máquina (trabajador directo-medios de producción) se hacía
posible la fabricación de grandes series de un único producto indiferenciado.
La cadena de montaje viene a relevar a las técnicas tayloristas de
medida de tiempos y movimientos puesto la misma organización productiva lleva
en sí una distribución espacial, temporal y funcional.
Así,
desde el Taylorismo hasta el Fordismo, la pretensión de la burguesía
es la máxima racionalización del trabajo para hacerlo cada vez más
rentable y productivo (extracción de plusvalía relativa) frente a una clase
obrera constituida que impediría los aumentos de la jornada laboral y otras pérdidas
de derechos conseguidos. En ambos momentos la figura del psicólogo laboral
aparece como un perfecto conocedor de la naturaleza humana, capaz de optimizar
el rendimiento laboral y adecuar de forma precisa el obrero a la maquinaria de
producción, pero con la diferencia de que el sistema fordista se presenta a sí
mismo como racional y necesitando menos cotidianamente la
intervención del psicólogo para
la productividad ya que cada cual presenta implícito su lugar, su tiempo, su
función, etc. Esto no quiere decir que el psicólogo (o sucedáneo) no
intervenga, sino que realmente su impronta, a la vez que
menos visible, es más constante y determinante ya que es el que diseña
en lo concreto dicha organización productiva-racional.
Las subidas salariales debidas a las luchas obreras y a otros factores, y
posibilitadas por una sensación de auge económico que durante la etapa del
fordismo se dieron, llevaron a un aumento masivo del consumo, por decirlo así,
al consumo como sistema de vida, creando una situación económica de
crecimiento que parecía sostenerse por sí misma. Por
otro lado esta situación, a la vez que procuraba crecimiento económico,
aseguraba el consenso social, ya que la organización y distribución desigual
de la riqueza y la situación alienante de la fábrica eran “soportadas” y
“validadas” por la posibilidad real de consecución de bienes materiales.
No obstante este proceso de consumo ilimitado comienza a caer debido a
una saturación de los mercados interiores, que luego se hace extensiva al
mercado internacional, y se hace necesaria una acción por parte del capital que
consistiría en la diferenciación de los productos.
Como señalamos anteriormente, la maquinaria de la producción fordista
era capaz de producir en serie grandes cantidades de mercancías, pero todas idénticas.
Los avances tecnológicos ahora permitían sustituir la maquinaria para
poder producir variabilidades múltiples, incluso insignificantes, del producto
base. Pero estos productos no se
vendían por sí mismos, es decir, por su valor de uso, sino que necesitaban de
una compleja asociación a símbolos que los diferenciasen notablemente unos de
otros y fuesen significantes para el mundo de representaciones del consumidor.
Se trata pues de crear un tipo de publicidad que rompa con la anterior,
que se limitaba a la mera información reiterativa de las cualidades intrínsecas
de los productos, dando lugar a las disciplinas asociadas al marketing
propiamente dicho. Aparece aquí la Psicología del Consumo y el Marketing como
disciplina científico teórica, pero fundamentalmente práctica como necesidad
de legitimación y optimización de tal situación.
Entonces sobre lo que el psicólogo en la organización productiva va a
poner el acento no es tanto en la producción de la mercancía como en la creación
de significado y afectos vinculados a las mercancías, asociando a felicidad al
consumo de dichos valores simbólicos.
Los avances tecnológicos a los que hacíamos mención (robotización de la
maquinaria para la posible diversificación, informatización de la industria,
etc.) producidos por la necesidad del sistema
para su reestructuración y otros cambios que, por sus implicaciones y
profundidad, no podemos tratar aquí, van provocando transformaciones en la
organización del trabajo en general. El
trabajo material, es decir, el trabajo que produce cosas en sentido estricto
mediante herramientas materiales comienza a perder preponderancia.
Este nuevo tipo de organización y funcionamiento requiere de un nuevo
tipo de “ajuste”. Actualmente
dichas metamorfosis sociales de los aparatos productivos (no solo de mercancías
sino también de subjetividad) han dado protagonismo a la organización
posfordista del trabajo que hacen que la comunicación y el saber sean el nervio
de la producción social donde podríamos hablar, tendencialmente, de
trabajadores como manipuladores de símbolos y productores de subjetividad. En
este contexto, los análisis propositivos de Antonio Negri posibilitan nuevos
caminos de experimentación emancipadora, ya que
‘El trabajador hoy, no necesita instrumento de trabajo (capital fijo)
puestos a su disposición por el Capital. El capital fijo más importante, el
que determina los diferenciales de productividad, se encuentra en el cerebro de
la gente, es la máquina herramienta que lleva cada uno consigo mismo’[6],
Aquí, en este marco, el psicólogo será requerido para otras cuestiones
que tienen que ver con facilitar la identificación del trabajador con la
empresa, aumentar la creatividad,
la participación, la relación de los trabajadores entre si y con sus
superiores, es decir, aumentar la
capacidad productiva de un trabajo esencialmente cooperativo liberado ya de la
disciplinización de la fabrica fordista pero aún atrapado por la absorción
capitalista. A fin de cuentas el psicólogo lo que hace aquí es engrasar las relaciones humanas para su
“satisfacción” dentro del trabajo, justificando
la figura cada vez más caduca del empresario capitalista e intentar crear
tecnologías que identifiquen al trabajador cooperativo con su freno, robando la
posibilidad del la cooperación productiva de nuevos valores y nuevas
subjetividades no capitalistas.
Lo que produce ya no está sólo en
la fábrica. Como hemos visto, la
publicidad, los discursos mediáticos, científicos y de las disciplinas psi
invade la sociedad de tal manera que crea identidades, subjetividades, etc. Las
relaciones sociales de producción se extienden a toda la sociedad: escuela,
ocio, consumo, etc. todo está en función de y para la producción ya que es
tan valioso producir mercancías como subjetividad. De modo paradójico la fábrica
pierde su lugar hegemónico como espacio de la producción, siendo sustituida
por la sociedad entera que se convierte, ella misma, en "máquina
compleja". De ahí la idea de fábrica difusa, que supone borrar las
fronteras de la fábrica y la sociedad. [7]
Y las
tecnologías de control más sutiles del nuevo ejercicio del poder.
Después de
haber mostrado algunas de las formas de intervención vinculadas directamente
al desarrollo capitalista ahora vamos a tratar de hacer una breve
explicación de cómo las disciplinas psi se constituyen como un agente
privilegiado en el funcionamiento del nuevo ejercicio del poder.
Cuando nos referimos a estas nuevas
formas de ejercicio del poder debemos hacerlo remontándonos a procesos históricos
para poder encuadrarlas. Más concretamente al paso de un ejercicio del poder
coercitivo-autoritario y arbitrario (represivo y negativo) en el antiguo Régimen,
legitimado por la soberanía del
rey, a un poder productivo-manipulativo, (positivo y normalizador) del poder que
surge en el marco de las sociedades burguesas con nuevas legitimaciones (ahora más
razonables) como son las nuevas ciencias en
auge. Hemos pasado (estamos pasando) de las torturas, las ejecuciones públicas,
los electroshocks, el encierro arbitrario de los locos, los vagos, los
libertinos y las putas a la reeducación de los presos, las cámaras de vídeo
vigilancia, los tests psicológicos, el uso ilimitado de los psicofármacos, la
humanización de economía de los castigos y la sofisticación de las tecnologías
de control. Para entender estas nuevas formas nos servimos de la concepción del
poder de Michel Foucault.
El poder es el nombre que se presta en una
relación estratégica en una sociedad dada, es toda relación de lucha que se
establece entre fuerzas, por tanto no se ejerce sin resistencia (contrapoder).
Lo más importante es que no actúa
por represión (con impedimentos, imposiciones violentas, prohibiciones),sino
que actúa por normalización,
vinculando al sujeto y a las poblaciones a la norma [8],
produciendo positivamente sujetos, discursos, saberes, y verdades que
penetran como efecto de conjunto todas las prácticas sociales y que se
ramifican en una organización en red difusa y reticular, donde también hay
nodos (policía, escuela, fabrica, manicomio, cárcel, etc.) que tienden (cada
vez más) a disolverse en la totalidad del campo social. Todas estas redes
funcionan en un ensamblaje de las estrategias, tácticas, tecnologías y
dispositivos del poder. La coherencia del poder no viene dada por “una especie
de supersujeto diabólico” sino que viene dada por el ensamblaje de tácticas
localizadas y locales que consiguen una momentánea coherencia. Esto se sale de
la concepción malévola, consciente y de clarividencia del poder, ya que el
sujeto que se convierte en sujeto que efectúa determinadas prácticas del
poder, no lleva conscientemente un plan o proyecto determinado, sino que utiliza
los códigos (medico, psicológico, etc.) y las intenciones
subjetivas("llevar la salud a la población, hacer feliz a la gente”,
etc.) que importan poca cosa dentro de esta lógica. No hay que pensar en una
perversidad, ni ser agentes de... . Si precisamente la cosa funciona, no es “a
pesar de que no saben lo que hacen” dichos sujetos de poder, sino precisamente
porque no lo saben.. El poder es más poderoso cuanto más sutil e
imperceptible.
Sirviéndonos de los análisis de Michel
Foucault en “Vigilar y Castigar” distinguimos tres tipos de tecnologías políticas
que surgen en un momento determinado y con un uso particular que se generalizan
en la sociedad actual y que vemos cómo
se entrecruzan, constituyendo la práctica
psicológica. En primer lugar
podemos hablar del modelo de la lepra
que funciona por exclusión, estigmatización y expulsión. División binaria de
leprosos y no leprosos. Al leproso
se le rechaza extramuros de la ciudad dejando de ser ciudadano y pasando a
formar parte de una “masa amorfa”. El modelo de la lepra como tecnología
del poder aspira a una comunidad pura sin marcados, sin leprosos, es decir, sin
psicópatas, sin esquizos, sin asociales. El segundo, el de la peste, es un
modelo de ejercicio del poder basado en un control minucioso, que identifica,
etiqueta, escribe, registra clasifica
y diferencia prescribiendo a cada uno su lugar. Los apestados están en una red
meticulosa, individualizada, controlada y vigilada que trata de evitar el
“contagio”. Una lógica
individualizante y diferencial que subdivide las especies de la locura, de la
anormalidad y que trata construir,
encontrar, reconocer, una identidad, una figura (el predelincuente, la anoréxica...)
a la que prevenir, conocer para
poder vigilar y saber enseñarle cuál es su bien, que plan hay de vida ponerle,
como hay que curarlo, etc.
Por último, el Panóptico combina
la disciplina y la vigilancia, el
control de la visibilidad, donde todo está expuesto a la mirada e induce al
“observado” (ya sea al
estudiante, al trabajador, al loco, etc.) a la generalización de un estado
permanente de visibilidad, donde se
es visto pero los sujetos no ven, que garantiza automáticamente el orden, es
una interiorización del miedo y del control de ser visto.
La generalización del principio panóptico
responde a un deseo de total visibilidad, es un ideal de transparencia donde no
se oculta nada, se ve todo, y de la manera más económica.
Desde esta
óptica podemos entender a las sociedades modernas como sociedades panópticas,
en el sentido de que ponen por delante la visibilidad.
Se es más visible cuanto más dominado, se vigila generando cada vez más
saber sobre el niño, el loco, la mujer, etc.
En este sentido la mirada del guardián de la torre o del policía
termina en lo que sus ojos le ponen delante y se queda bastante corta frente a
la mirada del clínico, o en nada comparada con la omnivisibilidad que están
consiguiendo las ciencias humanas.
Como ya
hemos dicho estos modelos son absolutamente complementarios, y podemos observar
de qué forma muchas de las prácticas psi funcionan en un entrecruzamiento de
dichos modelos, como son los casos del DNI, el examen, el perfil psicológico,
el diagnóstico, los tests, el espejo unidireccional, la lista de reforzadores, etc. Aparecen las disciplinas psi como una gran máquina de
intervenciones prácticas que generan saberes los cuales justifican dichas
intervenciones.
Teniendo en cuenta todas estas reflexiones queremos tratar de mostrar un
problema en auge y silenciado: el uso indiscriminado de psicofármacos.
Hemos preferido tratar esta cuestión dejando otras, como el uso del
electroshock, la lobotomía y demás técnicas (explícitamente) violentas no
porque no las denunciemos sino porque aunque se siguen practicando, están en
claro proceso de deslegitimación. Sin
embargo el problema de la psicofarmacología y la enfermedad mental gozan hoy en
día de total legitimidad y, excepto por algunas voces críticas, su uso
indiscriminado no está cuestionado. El
cóctel imparable que forman la asunción de la enfermedad mental como un
trastorno orgánico-biológico, la medicación psicofarmacológica como ”el
remedio” a dichas enfermedades, la generalización del uso de estos psicofármacos
a toda la población (usos cosméticos de los fármacos), más la fuerza
adquirida por las industrias farmacológicas a la hora de imponer ciertas
investigaciones para justificar el uso de determinados medicamentos en ciertas
enfermedades ya “descubiertas”, nos llevan a una situación compleja y
esperpéntica. Por un lado en la
vida social, debido al aumento de los grados de malestar referidos a la sabida
fragmentación y desintegración de los tejidos sociales, se está imponiendo el
uso desmesurado de los psicofármacos para justificar determinados ritmos de
vida. La inducción por los órdenes médicos más el imperativo de salud
interiorizado por las poblaciones está llevando a que mucha gente pretenda
solucionar los problemas de la vida cotidiana mediante las llamadas “píldoras
de la felicidad”. “Todos esos quejicas que quieren cambiar la calidad de sus
vidas sin cambiar ninguna de sus circunstancias, esos individuos perezosos que
sin examen de sus vidas quieren que la felicidad se les aparezca, esa colección
que quieren libertad en una píldora que les evite romper con las cadenas de una
horrible cotidianidad” [12].
Por otro lado en los centros de agudos y crónicos, a partir de que la
enfermedad mental es algo biológico, se ha reducido la “terapia” a la
administración continua de psicofármacos, que, por otra parte, en la mayoría
de los casos impiden la posibilidad de reestructuración de la experiencia del
sujeto al privarlos de la palabra y al negar el sentido de la experiencia a la
vez que negar las circunstancias vitales que han llevado al sujeto a esa posición
de jaque mate. Aquí la distinción griega entre “Zoe”, que sería la vida
desnuda, natural, del cuerpo deshabitado, y “Bios”, como la vida que tiene
sentido para cada cual, la vida de cada uno, nos sirve para esbozar este
problema. Ya que son dos vidas superpuestas correspondientes a dos sujetos que
son a la vez el mismo y a la vez diferentes. La cuestión se juega en la medida
en que una vida (Zoe, la vida genérica, de la especie) se pone absolutamente
por delante de la otra vida, de la de cada cual (Bios). Hasta qué punto tiene
sentido matar la vida de cada cual (bios) para salvar la vida (zoe). ¿Es zoe
vida digna sin bios o es sólo la muerte en vida? ¿Hasta dónde deben llegar
las intervenciones médico-psiquiátricas en su pretensión sin límites de
salvar a zoe cueste lo cueste, por todos los medios, incluso aunque se viole, se
anule a la vida de cada uno, lo que da cierto sentido a la existencia
particular? . Todo esto no nos hace estar en contra de cualquier utilización de
los psicofármacos sino que creemos que debemos empezar a cuestionar sus usos y
los principios que lo sustentan.
En
busca de alternativas
Desde todas estas problematizaciones que hemos ido esbozando someramente, pensamos nuestros posibles
quehaceres sin que la crítica feroz a la complicidad con el poder de
gran parte de las prácticas psi deba paralizarnos en la búsqueda y construcción
de otras “psicologías” que no reproduzcan todo aquello que denunciamos y
nos aburre. Todo esto no nos pone en situación
de abandonar toda posibilidad de hacer algún tipo de práctica psicológica-social,
o como algunas de nosotras
preferimos llamarla “micropolítica de la subjetividad”, sino que nos lleva
a ser más prudentes evitando desde las visiones normalizadoras, disciplinarias,
humanizantes, individualistas, dogmáticas, esencialistas, capitalistas, hasta
las mecanicistas, deterministas, familiaristas, etiquetadoras, fisicalistas,
etc.
Seguimos pensando que existen unos
“problemas” que pueden ser trabajados pero queremos evitar tanto
perspectivas psicologizantes como visiones reduccionistas o estructuralistas de
la política. [13]
No podemos olvidar que los problemas provienen de unas estructuras y relaciones
sociales, por tanto no podemos dejar de cuestionar y romper las lógicas del sometimiento social, luchando por una
transformación global del estado de las cosas. Sin embargo tampoco debemos
obviar que los diferentes tipos de represión y normalización social van siendo
en mayor o menor medida interiorizadas por los sujetos, cristalizando nudos,
quistes, coagulaciones, fragmentos incrustados de represión que van
constituyendo la combinatoria de la que se compone nuestra subjetividad. Lo que
es exterior (el afuera, lo social) se convierte en un interior (adentro, el
sujeto como pliegue de lo social) con unas significaciones, subjetivaciones y
una organización del cuerpo que hay que ir deconstruyendo para volver a
reconstruir aligerada de todas las identificaciones, de la culpa, del nudo de la
ley y el deseo que nos fabrican, de
las mistificaciones, las situaciones doblevinculantes, etc.
Para entender en
qué consiste este trabajo de la micropolítica de la subjetividad vamos a
intentar explicar mínimamente qué entendemos por sujeto y cómo se produce.
Nosotras pensamos al sujeto como resultado de un proceso de producción, el
resto que produce una determinada maquinaria social o como dice Foucault “el
individuo es un efecto del poder”, por tanto resultado de procesos de
subjetivación que le van inscribiendo, organizando dentro de un determinado
marco con unas reglas preestablecidas. Un sujeto subjetivado que a la vez es
productor y productivo. Al sujeto se lo va organizando en un cuerpo social determinado adosándole
pedazos, códigos, flujos, construyéndolo como el deseo del Otro, como una
pieza funcional a un sistema productivo. Esta enfermedad social de la subjetividad ( que nada tiene que
ver con la concepción orgánica-médica de la enfermedad mental), es un
sufrimiento social que desde esta visión serían todos esos códigos que te han
ido poniendo para inscribirte en un
determinado lugar de producción social y familiar. Es un proceso complejo y múltiple
que irá configurando “nuestra” subjetividad, “nuestra individualidad y
singularidad” a modo de “collage”. Nuestra existencia está llena de
instantes, acontecimientos, que tienen para nosotros determinados grados de
intensidad que nos subjetivizan,
que constituyen determinada combinatoria donde funcionan muchos elementos que se
mezclan; la culpa que genera determinada creencia, la identificación con tal
figura paterna, la antiproductividad de determinados bloqueos, la sumisión a la
autoridad, la negación de los propios deseos, la máquina narcisista que
intenta apropiarse todo, el despotismo del señor feudal, pedazos de la
historia, de su historia que le producen determinado malestar. Todo esto es
desde nuestra visión de la problemática de la subjetividad la introyección-interiorización
de las represiones provenientes de la enfermedad de lo social, del capitalismo y
de los restos de las otras formaciones históricas precedentes que siguen
funcionando. Pensamos por tanto que el trabajo “psicológico” puede ir
encaminado a ir descubriendo con el paciente las opresiones que ha sufrido a lo
largo de su vida, destapando las mistificaciones (engaños sobre la opresión
que el sujeto termina aceptando)[14]
o generando con el cliente tramas narrativas que le posibiliten construir
discursos alternativos a los que generan el problema que pondrán en marcha
trayectos de acción, o como
dicen Deleuze y Guattari en el “Antiedipo” en su planteamiento, parte de lo
que habría que hacer es “destruir, destruir: la tarea del esquizoanálisis es
toda una limpieza o raspado del inconsciente. Destruir a Edipo, la ilusión del
yo, el fantoche del super-yo, la culpabilidad, la ley, la castración”.
Como decíamos antes, hacer
un trabajo deconstructivo de la subjetividad para alterar la combinatoria
limpiando todas estas inteorizaciones de las represiones. Cómo hacer esto es la
tarea práctica de mayor importancia que está todavía por
construir, aunque ya disponemos de muchas experiencias ejemplares
en el trabajo que las diferentes vertientes antipsiquiátricas han
realizado, y que por muchos motivos no podemos tratar aquí.
Se trata de producir otras subjetividades no uniformantes, ni totalizantes, de
destrabar el inconsciente edípico para convertirlo en un inconsciente
productivo, ético y deseante que abra
los puentes de conexión para que el sujeto pueda autoorganizar su experiencia y
su existencia. No se trata de resolver un conflicto imaginario,
individual sin intentar
cambiar la totalidad de formas de producción social (económica, de
subjetividad, de afectos, de singularidades), se trata de producir posibilidades
reales de existencia ya que “no habrá cambio social sin que los hombres se
liberen palmo a palmo de la lógica que reina en los espacios en los que opera
su dominación socio-política de la que es parte fundamental su dominación
corporal y psicológica” [15], sin generar espacios y
procesos de libertad que produzcan otras formas de producción de subjetividad
colectiva. Pensamos por tanto la cura como la puesta en marcha de procesos
micropolíticos revolucionarios, pero no porque le impongan al sujeto que tiene
que hacer la revolución, sino porque el ir destrabando todo lo que le
imposibilita vivir en relación a sus deseos para producir siempre otras
subjetividades y por tanto otras realidades.
Trabajo
“político”. [16]
Además de plantearnos la posibilidad, la necesidad de hacer esta trabajo
“psicológico” creemos imprescindible trabajar desde y con los
movimientos sociales con la intención
de extender la autoorganización social y crear redes alternativas en lo terapéutico
y en lo social. Partimos de la necesidad de poner la Psicología al servicio de
los de abajo, de la libertad más subversiva, del deseo más revolucionario. Crear otras psicologías que escapen de la captura
mayoritaria, de los sueños totalizadores de la Ciencia, de las practicas
coercitivas, que nazcan
de sus alianzas y complicidades con la investigación filosófica y política,
sin modelos acabados y con intenciones siempre prácticas. Unas psicologías críticas
en cuanto al cuestionamiento directo de las formas de conocimiento de las
psicologías dominantes y radicales en cuanto a su complicidad directa o indirecta
con movimientos revolucionarios. Generar otros procesos personales y colectivos
para crear otras formas de pensamiento, de sensibilidad, de existencia. Una búsqueda
que implica un cuestionamiento crítico del propio grupo que se difumina y
diluye para abrirse a otras inquietudes y subjetividades y no cerrarse sobre sí
mismo como un grupo identitario. Utilizando como una caja de herramientas a las
diferentes teorías, experiencias y autores sin pretender crear un saber
instituido que nos impida la investigación, el cambio y la experimentación.
[1] Con esto queremos salir del paradigma de la búsqueda de la “Verdad” preexistente para introducirnos en la producción del sentido y la “producción de verdades” no totalizantes.
[2] Con disciplinas psi, nos referimos a la psicología, psiquiatría, psicopedagogía, etc.
[3] Gilles Deleuze, El Bergsonismo, Ed. Cátedra, 1996 Pág. 11
[4] Gilles Deleuze, Foucault, Ed. Piados, 1986.
[5] Esta última pregunta que pretende resumir las anteriores, puede parecer inconexa si atendemos al sentido que se le da a política en la sociedad actual: “aquello que hacen los políticos”. Nosotros nos acercamos más a entender la política como la forma en que se producen las relaciones sociales en su totalidad en una sociedad dada, o como decía David Cooper, “todo aquello que influye en lo micro y en lo macro”, es decir, todo es político.
[6] Negri, A, El Exilio, Ed. El Viejo Topo, Pág. 33
[7] Domínguez Sánchez, M, Obrero masa - Obrero Social, Diccionario Crítico de Ciencias Sociales en http://www.ucm.es/info/eurotheo/terminog.htm
[8] Las normas son códigos médicos, psicológicos, sexológicos, sociológicos, etc. de los que los sujetos no deben salirse, desviarse. Nuestra sociedad es una sociedad de normalización donde se entrecruzan la norma disciplinaria (normativa) la norma aplicada al individuo como cuerpo máquina rentable, y la norma reguladora (mayoría) de los procesos de vida en el interior da las poblaciones. Se trata de un poder normalizador que ha tomado a su cargo el cuerpo y la vida, con un discurso específico que no es el del derecho, ni el de la ley, sino el de las ciencias humanas con un saber clínico de fondo.
[9] Álvarez-Uría, F. y Varela, J., Las redes de la psicología, Ed. Libertarias/Prodhufi Pág. 11, 12
[10] Entendiendo tales como causas primigenias, interiores, no consecuencias de las relaciones sociales y de sus actuales desigualdades.
[11] La enfermedad mental es un término que nos lleva a una reflexión mucho mas compleja y extensa que puede tener lugar aquí. Lo que esta claro es que es un termino peligroso por ser médico y mostrar como el sufrimiento del problema pareciera provenir endógenamente de un desequilibrio bioquímico o anatómico.
[12] Rendueles, G, Qué son, es decir, cómo se usan los psicofármacos. El rayo que no cesa Nº2
[13] Nos referimos a posiciones que subestiman la posibilidad de trabajar la subjetividad de la gente dando exclusiva importancia a la lucha económica de socialización de los medios de producción y política en cuanto a generar las condiciones para la ansiada y finalista toma del poder. Negamos que una dimensión (la económica) determine exclusivamente todas las demás, es mucho más complejo que eso Las estructuras sociales determinan en cierta medida las relaciones sociales y la producción de subjetividad pero claro esta que también esta influencia se da al contrario
[14] Godino, M.A. y Garrido, V., Introducción a la Psiquiatría Radical, Lapsus nº 1
[15] Álvarez-Uría, F. y Varela, J. Las redes de la psicología, Ed Libertarias/Prodhufi Pág. 172
[16] No es cierto, no obstante, que lo planteado anteriormente no sea un trabajo político (incluso la redacción de este texto es un trabajo político), pero son claramente distintos. La necesidad de que todos estos trabajos se conjuguen se hace hoy en día cada vez más evidente.